Hace unos días estuve viendo la
exposición sobre Francis Bacon en el Museo del Prado y me quedé muy impresionado.
Bacon ya me gustaba mucho, pero al ver directamente sus cuadros, mi idea anterior, formada a partir de fotografías se vió superada por los colores, las texturas y los formatos reales, que además, estando todos juntos consiguen sumergirte en una identificación con el artista mucho mayor, y muestran un mundo lleno de matices que revela aspectos de la realidad de una forma muy sincera y acertada.
Uno de los cuadros que yo no conocía y que me llamó la atención especialmente fué el Chimpancé de 1955 del que voy a hablar un poco, en referencia a la composición del mismo.
En este sentido, una de las cosas más interesantes es la distinción que hace Bacon entre varias zonas a las que trata de manera diferente. Una sería la correspondiente al chimpancé, muy trabajado a base de texturas y colores que lo hacen muy presente físicamente ante el espectador. Después está el fondo, oscuro y liso, que se diferencia del animal pero que está unido a él mediante una especie de densidad que parece igualar el mundo físico más animal con el mundo cerebral humano, de tal forma que tenemmos la sensación de estar viviendo lo animal en la figura y en su fondo herbáceo asociado, pero el conjunto del cuadro nos lleva más a una comprensión del contenido que humaniza al chimpancé. Esto, a grandes rasgos, porque parece que cada poro del lienzo nos abre una ventana hacia planos de densidad infinita.
El tono general de los colores se da en una armonía de negros, pardos y azules oscuros, acentuados en algunos puntos por pequeñas texturas de colores claros. Llama la atención en especial la pequeña mancha por encima de la mano del simio que es como un trozo en el espacio de esa vida física y carnal , con tanta densidad, por lo menos, como la del chimpacé. Además, esta mancha sirve, junto con la mano, para equilibrar el peso de la composición, que sino estaría demasiado hacia la derecha.
Si no habéis visto la exposición de Bacon, no os la perdáis, que merece la pena.